En la década del 30’, cuando la arquitectura moderna se fortalece para convertirse en un importante movimiento en nuestro país, las generaciones jóvenes aceptaron con entusiasmo las nuevas ideas y su repertorio se desplazó por las diferentes ciudades. Lamentablemente la imitación hizo, en ciertos casos, que no se comprendiera el fundamento de esta arquitectura, perdiendo así su sentido original.
Fue por los años 1932 y 1933 cuando el Dr. Pillado, conocido abogado local, decidió edificar su vivienda y estudio jurídico. De acuerdo a sus inquietudes quiso informarse más sobre el porqué de la arquitectura, remontándose para ello en una investigación que abarcaba desde la antigua Grecia hasta los movimientos suscitados por entonces en Alemania y Francia.
Hombre de su tiempo, lógicamente se inclinó con entusiasmo por estos últimos, llegando a entablar contacto a través de una revista con un arquitecto que por su producción se inscribía en dicha corriente.
Este profesional, Wladimiro Acosta, había nacido en Odessa, Rusia, en 1901, cursando allí su escuela superior y los estudios de arquitectura y técnica de la construcción. Posteriormente había residido en Italia entre 1919 y 1922, obteniendo en esa ciudad la Licenciatura en Arquitectura en el Real Instituto de Bellas Artes de Roma y, más tarde, el cargo de profesor de Diseño Arquitectónico. Entre 1922 y 1928 había vivido en Alemania donde siguió estudios de Ingeniería, Urbanismo y Tecnología del hormigón armado. Finalizado este periodo llegó a la Argentina, colaborando en sus comienzos en el estudio de Alberto Prebisch.
Acosta, sin alejarse en nada de los problemas formales, se inclinó por propuestas referidas a las condiciones concretas que debe responder la obra, principalmente la vivienda. Comprendía que el paso más importante era resolver el problema del asoleamiento, para lo cual debía realizar precisos estudios manteniendo por medio de elementos constructivos las mejores condiciones térmicas tanto en invierno cuanto en verano.
Este planteo lo llevo a sucesivos ensayos hasta llegar a una forma acorde con los términos del problema a resolver, basándose también en la estética racionalistas.
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